Los estudiantes de Rusia tienen ya un manual de la historia oficial de su país, confeccionado a la medida de la política nacionalista de Vladímir Putin. Obligatorio y único para los alumnos del último curso de la enseñanza secundaria, el libro de texto, que será utilizado en las escuelas rusas a partir del próximo septiembre, reescribe buena parte de la historia transcurrida desde 1945 hasta hoy.
Putin, que suele dar su propia interpretación de la historia para justificar su política del presente, había expresado en reiteradas ocasiones el deseo de introducir en el sistema escolar un único manual de historia “con una única concepción” y basado en la “valoración oficial”, para acabar con la diversidad. “La dispersión conduce a consecuencias negativas, a que los jóvenes no comprenden en qué país viven y no sienten sus conexiones con los héroes del pasado”, dijo en 2013.
El manual convierte el deseo presidencial en una realidad y circula ya en versión completa en internet. En él, como columna vertebral de todo el periodo,” Occidente” aparece como un entorno malévolo y envidioso que deseó, perpetró y se alegró de las desgracias de la URSS, incluido su derrumbamiento. “Sobre el Kremlin se arrió la bandera estatal de la Unión Soviética. Los principales países de Occidente reaccionaron con una aprobación indisimulada a la autoliquidación de la URSS”, señala el relato de los últimos minutos de la URSS, el 25 de diciembre de 1991.
Esta valoración de hostilidad por parte occidental se repite incluso cuando se reconocen positivos acercamientos entre Moscú y Occidente, como la distensión de los años setenta y el acta final de Helsinki de 1975, el proceso de desarme y reducción de las tensiones regionales entre EE UU y la URSS de la década de los ochenta. Occidente habría seguido su política en los noventa, en época de Borís Yeltsin, y la habría continuado hasta la actualidad (desde apoyo del separatismo hasta las inversiones financieras calculadas para tener acceso a la tecnología rusa, según el texto).
Autores oficiales de esa obra propagandística son Vladímir Medinski, exministro de Cultura y asesor de Putin, y Anatoli Torkunov, rector del Instituto de Relaciones Internacionales de Moscú (MGIMO). En sus 448 páginas se alternan el orgullo por los eventos valorados como éxitos (acceso al arma nuclear, incremento del potencial militar, desarrollo industrial) y el victimismo por la actitud occidental.
El texto incluye la guerra desatada por Putin en Ucrania, que es designada por su nombre oficial “Operación Militar Especial”. ”El hecho más importante de la historia contemporánea es la incorporación, o más exactamente, la devolución, de nuestras tierras históricas a la Federación Rusa”, señala.
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En búsqueda de argumentos para demostrar que Ucrania es parte de Rusia, el manual se interna en siglos pasados y en territorios ajenos. Entre sus ilustraciones, figura el mapa oficial de Rusia de 2023, que ha extendido caprichosamente sus fronteras a todos las tierras ucranias anexionadas desde 2014, incluidas las que ni siquiera controla sobre el terreno. Al final del texto, una galería de ejemplos aleccionadores, a saber una docena de héroes y condecorados durante la guerra, empezando por el primer combatiente que recibió esta condecoración (a título póstumo) y cuatro mujeres participantes en la contienda.
“Rusia es un país de héroes (…).”El coraje y la disposición a dar la vida por la patria, fueron y son inherentes a lo largo de los siglos” al soldado ruso, dice el texto que también da consejos de actualidad a los estudiantes. “Estos tiempos únicos no se dan a menudo en la historia. Tras la marcha de las empresas extranjeras ante vosotros hay muchos mercados abiertos (…) y abiertas están las fantásticas posibilidades de hacer carrera en los negocios y en las propias start-up. No dejéis pasar esta oportunidad. Rusia es hoy en verdad el país de las posibilidades”, recomienda.
Ya desde el mismo prólogo el manual constata la animadversión que los autores del libro sienten por Mijaíl Gorbachov, el primer y último presidente de la URSS. “La política de perestroika, comenzada bajo la dirección de Mijaíl Gorbachov (1985-1991) y las reformas precipitadas llevaron a un caos creciente en la economía y en el campo social y a la destrucción del Estado. El “arquitecto de la perestroika” no tenía “ningún plan de acción claro”, “se orientaba mal en los problemas de la industria, el ejército, el complejo militar industrial y entendía poco en las cuestiones de política exterior. [Gorbachov] nunca trabajó en la producción: no dirigió una obra, no fue director de una gran fábrica y tampoco tenía la experiencia de un trabajo ministerial”, señala el texto. “De la Guerra Fría surgió una sola superpotencia, los EE UU, la otra, la URSS, fue destruida”, concluye.
Respeto hacia Stalin
A diferencia de Gorbachov, Stalin es tratado con respeto. La represión que protagonizó queda compensada por la grandeza de las tareas emprendida en esta obra que trata las grandes tragedias causadas por el régimen con trazo grueso. El libro no entra en la relación concreta de Stalin con la represión, pero considera suficientemente importante mencionar que en 1949 a los festejos con ocasión del 70 aniversario de aquel dirigente “participaron muchos líderes extranjeros, entre ellos el dirigente de China Mao Tse Tung”. Unas palabras atribuidas a Stalin en relación a la guerra de Corea sirven para justificar el rechazo a los americanos. “Todos los soldados americanos son especuladores y se dedican a la compraventa” y en el caso de la guerra de Corea, “no saben luchar” afirma la cita elegida.
No figuran en este libro los sufrimientos de los pueblos del norte del Cáucaso (que ni siquiera se enumeran) y de los tártaros de Crimea, que durante la Segunda Guerra Mundial fueron acusados de colaborar con los ocupantes alemanes y deportados a Asia Central en vagones de ganado y condiciones extremas. Su vida, se limita a afirmar, “era muy dura, aunque las autoridades locales se esforzaron al máximo para facilitar su alimentación y vida cotidiana”. Entre los éxitos del socialismo, el manual constata el desarrollo de la producción de frigoríficos durante la década de los cincuenta y sesenta del pasado siglo.
“Está bien tener una lista de temas a saber, pero hay que mostrar los diferentes puntos de vista sobre ellos”, señala una profesora de historia en una escuela de Moscú. “Ahora las escuelas están obligadas a comprar este libro, que será el único permitido”, señala.
Historiadores e intelectuales discuten sobre el efecto que esta visión ideologizada de la historia tendrá sobre los adultos rusos del futuro. Unos piensan que van a ser víctimas del adoctrinamiento actual y otros que este será olvidado, como lo fueron las enseñanzas ideológicas de la escuela soviética, donde también había un manual único de historia “pero mucha más profesionalidad”, según puntualiza el historiador Vladímir Dolin. “Las obras de los historiadores reales llegarán a niños y estudiantes si tienen maestros reales. Y los falsos llenarán la cabeza de los niños con polvo y paja con cualquier libro de texto”, añade. “La desgracia es que este manual es el único y esto no sería tan grave si no hubiera hoy un control total de los maestros en la escuela actual”, concluye Dolin. De diferentes lugares de Rusia llegan noticias de maestros que se ven obligados a dejar el trabajo o son expulsados por imprudentes manifestaciones pacifistas y contra la guerra en Ucrania. En ocasiones, estos profesores son denunciados por sus alumnos o por los padres de estos.
La mayor tragedia geopolítica del siglo XX
En el espacio dedicado a desintegración de la URSS, “la mayor tragedia geopolítica del siglo XX”, se evita mencionar que la constitución soviética daba a las repúblicas federadas el derecho a abandonar la Unión Soviética y la reunión de los líderes eslavos que acabaron con la Unión Soviética en un pabellón de caza de Bielorrusia el 8 de diciembre de 1991 se despacha con seis líneas, en las que no se menciona que aquellos procedieron a anular el tratado constitutivo de la URSS ni tampoco se dice que los nuevos Estados se comprometieron formalmente (y más de una vez) a reconocer las fronteras que tenían cuando eran repúblicas federadas dentro del mismo país. En lugar de esto, afirma que los líderes eslavos se reunieron para “reforzar su éxito en la lucha por el poder”, dice.
La obra sufre la inversión de las relaciones entre causa y efecto. Así, justifica el envío de tropas soviética a Afganistán como un resultado de la presencia islamista y de las intenciones intervencionistas de la OTAN. La Alianza Atlántica nada tuvo que ver con Afganistán y el motivo aducido de la ayuda soviética fue ayudar a los dirigentes prosoviéticos locales enfrentados entre sí.
La transparencia informativa propiciada por Gorbachov es considerada también un fracaso porque, cuando todas las limitaciones de la censura habían sido eliminadas y el Estado se inhibía prácticamente del control de los medios de comunicación, sobre los ciudadanos de la URSS se abalanzó un alud de información destructiva y hostil y esto se presentó como “libertad de expresión” a una sociedad que confiaba en la palabra escrita y que carecía de inmunidad
La salida de las tropas soviéticas de Europa a partir de 1989 es juzgado como “una decisión muy irreflexiva” que socavó la influencia soviética y “propició la aparición de estados de ánimo nacionalistas y antisoviéticos”. El manual se refiere a las llamadas “revoluciones de terciopelo” que tuvieron lugar en el Este de Europa entre 1989 y 1990 y también a la “anexión de la República Democrática Alemana por la República Federal de Alemania”. El tema de la reunificación alemana es despachado con la frase “la RDA fue engullida por la RFA” y los líderes de los países occidentales no cumplieron sus “promesas verbales de no ampliar la OTAN hacia el Este”
No se cumplió ninguna de las tareas fijadas por la perestroika, excepto la destrucción del Estado, señala el nuevo manual de historia de los estudiantes rusos.
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