La espiral bélica desatada por el bárbaro ataque de Hamás contra Israel el día 7 se circunscribe de momento a un conflicto entre el Estado israelí y la franja de Gaza. Pero la naturaleza de la pugna y la respuesta del Gobierno de Benjamín Netanyahu, que ha provocado una ola de indignación por medidas como el corte del suministro de agua, alimentos, medicamentos y electricidad —incompatibles con los principios del derecho internacional humanitario— alimentan un incendio con grave riesgo de extensión. “La región está a punto de hundirse en el abismo”, advirtió el martes el rey Abdalá de Jordania, antes de la explosión que golpeó un hospital en Gaza provocando cientos de muertos e inflamando más aún los ánimos.
Las posibles vías de expansión del incendio son claras. La principal es la entrada en el conflicto de Hezbolá, partido-milicia libanés con mucha más fuerza militar que Hamás y con estrechos vínculos con Irán. La media luna que une el sur del Líbano y Teherán engloba otros puntos de riesgo como las milicias presentes en Siria e Irak, que incluyen miembros del propio Hezbolá, de la Guardia Revolucionaria iraní o grupos combatientes con efectivos procedentes desde Afganistán o Pakistán.
Otras consecuencias son, por supuesto, el estallido de protestas violentas en Cisjordania, con la posible desestabilización de la Autoridad Palestina, así como un renovado impulso de acciones de corte terrorista. En cuanto a los Estados del mundo árabe, que desde hace tiempo se encaminan a una normalización de relaciones con Israel, el riesgo no es militar, sino la ebullición de ira ciudadana que puede ser parte del cálculo de otros actores.
A continuación, una breve radiografía de las capacidades militares de cuatro actores clave en este marco: los dos protagonistas de la contienda —Hamás e Israel—, aquel que representa la vía de expansión más probable —Hezbolá— y su valedor de fondo —Irán, envalentonado por un eje de confrontación con Occidente cada vez más explícito, con Rusia a la cabeza y China en la retaguardia—.
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Israel
Es la principal potencia militar, con clara ventaja con respecto a sus adversarios en términos de capacidades. Su gasto anual en defensa es casi cuatro veces superior al de Irán, y es incomparable con los limitados recursos de los que disponen Hamás o Hezbolá.
Israel cuenta desde su fundación con el firme respaldo de Estados Unidos, que lo apoya con una ayuda militar de unos 3.800 millones de dólares anuales (unos 3.600 millones de euros). El sostén de Washington tiene derivadas militares de gran importancia: una aviación con aparatos de combate de alta calidad como los F-35 o un sistema de defensa antimisiles a la vanguardia mundial denominado Cúpula de Hierro.
Una historia marcada por los conflictos se plasma, además, no solo en unas Fuerzas Armadas con enorme experiencia de combate, sino también en una sociedad con un considerable grado de formación para acudir a las armas y una enorme disposición a cerrar filas.
Por supuesto, el cimiento último de la superioridad israelí es el arma nuclear. Las autoridades israelíes no confirman ni desmienten que esté en sus arsenales, pero los expertos coinciden en que así es. El Instituto Internacional de Investigaciones para la Paz de Estocolmo calcula que Israel cuenta con unas 90 cabezas nucleares.
Todo ello no significa que Israel no muestre limitaciones y no afronte gravísimos riesgos. El ataque de Hamás, como ya ocurrió con el de Yom Kipur hace 50 años, cogió al país completamente por sorpresa, demostrando fallos en la capacidad de recogida de información. La perspectiva de tener que gestionar dos frentes a la vez —el de Hamás en Gaza y el de Hezbolá en Líbano— representa un gran desafío, más aún si va acompañado de un estallido de violencia en Cisjordania y eventuales escaramuzas procedentes de Siria.
Hamás
Es un actor con capacidades limitadas. Pero, combinadas con la disposición a actuar violando normas básicas del derecho de guerra, son suficientes para infligir daños graves a Israel en acciones ofensivas y sin duda también en una operación defensiva en caso de invasión.
En el primer plano, el ataque del día 7 ha demostrado su capacidad de eludir la vigilancia de Israel y preparar meticulosamente una terrible ofensiva sin ser detectado ni repelido con rapidez. En el segundo, los expertos señalan la considerable capacidad defensiva que tendrá si Israel decide invadir la Franja. Las fuerzas israelíes cuentan con tanques principales de combate de buena calidad —unos 400 Merkava IV, de producción nacional—, pero los combates urbanos siempre ofrecen ventajas a la defensa, y más en un territorio con una densidad como la de Gaza, en el que, además, Hamás se ha ido preparando constantemente en el tiempo para perspectivas de este estilo, con entramados de túneles y otras precauciones logísticas. Disponiendo de armas antitanques y con un adecuado posicionamiento en puntos estratégicos, su potencial no debe ser subestimado.
Naturalmente, todo lo que concierne a sus medios está rodeado de misterio y no hay datos precisos. Según estimaciones del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos publicadas en 2022, Hamás disponía de unos 15.000 a 20.000 efectivos encuadrados en las Brigadas de Ezedin al Qasam. Antes del estallido, contaba con un amplio arsenal de cohetes de baja calidad. Ahora es arduo aventurar cuántos le pueden quedar tras una decena de días de hostilidades.
En la Franja también operan otros grupos, como la Yihad Islámica, acusado por Israel de ser quien disparó el cohete que golpeó el hospital el martes, mientras las autoridades gazatíes acusan al Estado judío. En cualquier caso, incluso con el añadido de grupos colaterales, la fuerza militar de Hamás es escasa.
Hezbolá
La milicia chií libanesa es a veces definida como el hermano mayor de Hamás, dispone de más efectivos, mejor arsenal, y de una gran profundidad estratégica gracias al corredor del Líbano, Siria, Irak e Irán.
Su principal activo reside en el arsenal de misiles. Como en el caso de Hamás, no hay ninguna transparencia ni datos contrastados. Según Alma, un centro de investigación israelí, el grupo dispone de algunos cientos de misiles de alta precisión, de unos 5.000 misiles de más de 200 kilómetros de alcance (con los Fateh-110, capaces de llegar a unos 300 kilómetros), de unos 65.000 entre cohetes de hasta 45 kilómetros de alcance y misiles de menos de 200 kilómetros, y de unos 2.000 drones. Una radiografía del Centro de Estudios Estratégicos internacionales también subraya la relevancia de los Fateh-110. Hay otras estimaciones y algunas elevan a 150.000 el recuento del arsenal.
Aunque no lleguen a tanto, la horquilla de cantidades que manejan los expertos es, en todo caso, de envergadura suficiente como para representar una seria amenaza. Durante la guerra de 2006, que duró 34 días, Hezbolá disparó unos 4.000 cohetes contra Israel, contando con un arsenal previo a las hostilidades de unos 15.000, según estimaciones israelíes. Ahora está mejor preparado que entonces.
En términos de efectivos, la horquilla va desde los 25.000 combatientes estimados por la revista especializada Jane’s en 2017 hasta los 100.000 que declaró el propio jefe de Hezbolá, Hasan Nasralá, en 2021, una cifra considerada como exagerada por los expertos. Sin duda, su intensa participación en la guerra de Siria en el bando de Bachar el Asad ha provocado ingentes bajas en los últimos años, pero también desarrollado una experiencia de combate que siempre es un elemento valioso para cualquier fuerza armada. La persistente presencia en Siria de células del grupo y de otras afines es un potencial activo.
Irán
Es el gran adversario de Israel en la sombra. Tras los acuerdos de paz con Egipto en 1979 y con Jordania en 1994 y el proceso de normalización de relaciones con los países árabes, Teherán es el referente estatal del desafío al Estado israelí. Si bien una confrontación directa es mucho menos probable que la implicación de Hezbolá o de milicias presentes en Siria, debe ser tenido en cuenta como sostenedor de esos grupos y como referente estratégico.
Irán dispone de unas Fuerzas Armadas con significativos activos. Su programa misilístico se ha desarrollado considerablemente, y dispone de aparatos con gran alcance, capaces de golpear Israel. Es una seria amenaza. Además, ha desarrollado una eficaz industria de drones, capaz de producir lo suficiente como para desviar parte de la producción a otros actores, como Rusia, y eficaz como para acertar en el demoledor golpeo de instalaciones petroleras saudíes hace unos años.
Su aviación es claramente inferior a la de Israel, con un parque de aviones de combate en buena medida obsoleto, con modelos rusos MiG o Sukhoi de calidad limitada.
Aunque no ha estado involucrado en un conflicto total desde los ochenta —guerra Irán-Irak—, su Guardia Revolucionaria dispone de experiencia a través de la proyección regional, los contactos y la acción en otros conflictos. Esta experiencia, su capacidad productiva, su rodaje en el suministro clandestino de materiales y en el asesoramiento estratégico o el entrenamiento es el elemento clave mientras no se produzca un enfrentamiento directo.
El elemento de fondo es, por supuesto, la perspectiva nuclear. El colapso del pacto nuclear del que se retiró la Administración de Donald Trump ha conducido a una aceleración de las actividades de enriquecimiento de uranio y un ablandamiento del régimen de control. Es notorio que Irán tiene la capacidad para llegar al nivel de enriquecimiento necesario para armar una bomba y producir la cantidad necesaria en tiempos breves. Se desconoce, en cambio, su capacidad operativa a la hora de fabricar un proyectil de este tipo, tema sobre el que los expertos discrepan.
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