Si a Lucas Torró (Cocentaina, Alicante; 29 años) se le pregunta por su afición al ajedrez, empieza a hablar como si el terreno de juego fuera un tablero. “Igual el balón lo tiene el extremo, que es la torre, y yo, como mediocentro, debo estar pendiente de que no nos pillen atrás si se pierde la pelota”, explica el pivote de Osasuna. Dice que la comparación le sale sin darse cuenta, que luego durante un encuentro su cabeza no llega a tanto de convertir a los futbolistas en piezas, pero la realidad es que el ajedrez le tira mucho y le ayuda a forjar el carácter.
“Me encanta. Si tengo tiempo libre o estoy en el fisio, me pongo música tranquila, me conecto a chess.com [está suscrito a la aplicación] y juego partidas de cinco minutos con cualquier persona del mundo de mi ranking. Te obliga a pensar rápido, me sirve para la vida, a tener unos valores. Por ejemplo, te comen la reina y debes salir adelante, no puedes dar la partida por perdida ante una adversidad. A mí me enseñó mi padre de pequeño y ahora intento jugar con mis sobrinos”, desarrolla a través de una videollamada este excanterano del Madrid, fijo en los planes de Jagoba Arrasate, que en Pamplona ha encontrado “la estabilidad emocional y deportiva”.
¿Y como futbolista, qué pieza sería del ajedrez? “Me gusta mucho el caballo, porque puedes hacer jugadas especiales, pero creo que la reina. Se mueve por todo el tablero. Estás arriba, abajo o caer a la banda”, detalla este alicantino que este sábado visita el Bernabéu (16.15, Movistar) ante un Madrid que no recuperó a David Alaba y solo cuenta con Rüdiger como central puro de la primera plantilla (Nacho está sancionado y Militão, lesionado). Entre las opciones que este viernes citó Carlo Ancelotti para zurcir el centro de la zaga se encuentran Tchouameni y Mendy.
Sigo los partidos del City para ver cómo juega Rodri, cómo da los apoyos, cómo se perfila… Solo por aprender”
Lucas Torró se cocinó como mediocentro defensivo en Valdebebas, donde aterrizó en 2012 procedente del Alcoyano. “Mira que yo era del Barça de niño, a muerte, pero me hice muy del Madrid. Esos cuatro años me marcaron”, confiesa. Él era un centrocampista con llegada al área al que habían puesto, incluso, de delantero. “Pero el Madrid me fichó para ser pivote”, puntualiza.
Y ahí, en la planicie de la ciudad deportiva, durante una temporada y media su entrenador del Castilla fue Zinedine Zidane. “Él, y luego Ramis [el sucesor del francés en el filial], intentaron darme las nociones para aprender a darle equilibrio al equipo, la cualidad más importante en mi posición. Hacíamos ejercicios de perfilarse. Lo que más cuesta aprender es a pensar mucho más rápido. Recibes todo de espaldas, delante de los dos centrales y hay que estar bien colocado. Si le das más de dos toques, te enciman y te la roban”, advierte este alicantino de cuerpo poderoso y 1,90 de altura.
En aquellos inicios, su modelo era Xabi Alonso, con quien compartió en la primera etapa de Ancelotti algunos entrenamientos -aunque nunca se sintió con la confianza de hablarle al exjugador vasco más allá de lo protocolario-, luego miró a Sergio Busquets y ahora, a Rodri. “Me gusta ver partidos del City para fijarme en cómo juega, cómo da los apoyos, cómo se perfila… Solo por aprender. Lo hace todo bien, es como ponerte una masterclass”, valora Torró. “Mi función es ser un ancla”, sentencia.
Para llegar al Madrid desde la cantera, hay que triunfar fuera. No te alcanza con un buen año en el filial. Allí no te conoce nadie”
Su historia con el Madrid duró hasta que acabó la etapa del Castilla, en 2016. “Para llegar al primer equipo, hay que triunfar fuera, hacerte con un nombre y ser respetado. Como Carvajal o Casemiro. No te alcanza con un buen año en el filial. Allí no te conoce nadie. El salto es muy grande”, subraya, sin querer entrar en demasiadas comparaciones con el ascenso de jóvenes que sí se está produciendo en el Barcelona. “El fútbol son momentos. En unos clubes hay situaciones que se pueden dar y en otros, no”, zanja.
Mala suerte en Alemania
Él primero se fue cedido al Oviedo (2016-17), después se marchó libre a Osasuna (2017-18) y eso le abrió las puertas de Alemania. El club blanco lo recompró por 1,75 millones y a los días lo traspasó por 3,5 al Eintracht. Una de esas operaciones de menudeo con la cantera que tanto dinero ha reportado a la tesorería del Bernabéu. En la Bundesliga, sin embargo, las lesiones lo frenaron. “Mirando atrás, me da rabia haber tenido tan mala suerte. Un año me operaron del pubis y otro, del ligamento interno. Empecé jugando todo y creo que habría podido hacer carrera allí. El Eintracht es un trampolín. Firma jóvenes para venderlos y dar el salto. Pero bueno, aquello me hizo madurar y en Osasuna he encontrado mi sitio. Cuando regreso de un parón, no siento que lo hago solo para jugar al fútbol. Vuelvo a mi hogar. Esa estabilidad me hace rendir bien, pero también te la tienes que ganar”, destaca. El club navarro lo recuperó en 2020 por dos millones y hace unos meses renovó hasta 2027 después de haber recibido ofertas de Italia e Inglaterra.
Su gol al Madrid en la última final de Copa, uno de los apenas cuatro que ha metido con el equipo rojillo, hizo creer a la tropa de Arrasate en la hazaña, hasta que Rodrygo les negó el lazo en una temporada enorme que les llevó a Europa. Aunque ahí, este verano, se llevaron “un chasco duro” en la eliminatoria previa de la Conference con el Brujas. “Teníamos plantilla para las dos competiciones. Es un reto seguir mejorando sin mirar el pasado”, cierra Lucas Torró.
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