La economía de la zona euro ha acelerado ligeramente en primavera. Todavía no está creciendo al ritmo que lo hacía antes de comenzar la crisis energética y la invasión rusa de Ucrania. Subió un 0,3% en el segundo trimestre respecto del primero, según la primera estimación divulgada por Eurostat. Lo suficiente como para alejar a Europa de la recesión y confirmar los últimos pronósticos que hablaban de que la actividad se frenaría bastante en el otoño e invierno hasta llegar al estancamiento o la recesión técnica, algo que se está dilucidando por apenas unas décimas. En ese tropiezo, ha tenido mucho que ver la inflación, que se disparó el año pasado y está tardando en regresar a los niveles que se podrían considerar normales —si es que eso ha existido en los últimos 15 años—: el aumento anual del 5,3% todavía está lejos de este objetivo del 2% que tiene como mandato el Banco Central Europeo (BCE).
Una vez quedó claro que no iba a haber una recesión profunda provocada por la agresión rusa y su consecuente subida de precios, las previsiones de los últimos meses llevaban tiempo apuntando a que la economía europea cogería algo más de velocidad en primavera. El dato del 0,3% trimestral que se ha conocido este lunes coincide con el que había calcula el BCE el pasado junio y mejora en una décima la media pronosticada por las casas privadas de análisis. La incertidumbre que pudiera haber sobre los vaticinios fue disipándose en los últimos días, conforme se iban conociendo las estimaciones de los institutos nacionales de estadística de las cuatro grandes economías de la zona euro: España ha crecido un 0,4%; Francia, un 0,5%; Alemania sale de la recisión absolutamente estancada (0%) y solo Italia retrocede algo, -0,3%.
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