Horas antes de la celebración en Jerusalén de una manifestación para pedir la dimisión del primer ministro, Benjamín Netanyahu, y la convocatoria de elecciones anticipadas, el Gobierno y la oposición de Israel han dejado de lado sus diferencias para recibir con indignación unánime la decisión del lunes de la Fiscalía del Tribunal Penal Internacional (TPI) de la Haya de solicitar una orden de detención contra Netanyahu y su titular de Defensa, Yoav Gallant.
“Desgracia”, “crimen de proporciones históricas”, “odio a los judíos sin precedentes desde la propaganda nazi”… Las reacciones se han sucedido poco después del anuncio. La decisión de la Fiscalía toca una fibra particularmente sensible, al colocar simbólicamente en el mismo plano a dos dirigentes israelíes y a Hamás, la organización considerada terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea que lanzó el ataque del 7 de octubre. La Fiscalía pide también al arresto de cúpula del brazo militar de Hamás en Gaza, las Brigadas de Ezedín Al Qasam, y su líder político, Ismail Haniya.
Lo ha mencionado el ministro de Exteriores, Israel Katz, en un comunicado en el que tilda la decisión de “escandalosa” y “ataque frontal y sin restricciones a las víctimas del 7 de octubre y a los 128 secuestrados en Gaza”. “Mientras los asesinos y violadores de Hamás cometen crímenes contra la humanidad contra nuestros hermanos y hermanas, el fiscal general [Karim Khan] menciona al mismo tiempo al primer ministro y al ministro de Defensa de Israel junto con los abominables monstruos nazis de Hamás: una desgracia histórica que será recordada para siempre”. Katz añade que contactará a sus homólogos de “los principales países del mundo” para pedirles que anuncien públicamente que rechazan la decisión e incumplirán las órdenes de arresto si se acabasen emitiendo.
El presidente del país, Isaac Herzog, una figura de consenso procedente del laborismo, habló de una decisión de “mala fe” que “envalentona a los terroristas” y “muestra hasta qué punto el sistema judicial internacional está en riesgo de venirse abajo”.
“No olvidaremos quién comenzó esta guerra […] No olvidaremos a nuestros rehenes, cuyo regreso sanos y salvos debería ser la principal preocupación de la comunidad internacional. Esperamos que todos los líderes del mundo libre condenen abiertamente esta decisión y la rechacen firmemente”, prosiguió en un comunicado.
Bezalel Smotrich e Itamar Ben Gvir, líderes de los dos partidos ultraderechistas (Sionismo Religioso y Poder Judío) que gobiernan en coalición con Netanyahu desde las elecciones de 2022, han tenido las palabras más duras. “Desde la propaganda nazi, no habíamos visto semejante muestra de hipocresía y odio a los judíos como el que ha desplegado el Tribunal de La Haya. También los nazis hablaban en nombre de la ‘moralidad’ cuando lo único que había detrás era antisemitismo”, ha señalado Smotrich, ministro de Finanzas.
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Ben Gvir, que ostenta la cartera de Seguridad Nacional, ve en la declaración de la Fiscalía una demostración de que “enviar representantes de Israel a la audiencia ante el Tribunal Antisemita fue un grave error desde el principio”, en referencia a la causa por presunto genocidio que inició Sudáfrica en el Tribunal Internacional de Justicia de la ONU —una instancia diferente del TPI, aunque ambos con sede en La Haya— y que él ya abogaba por boicotear. Ben Gvir propone ahora responder con una intensificación de la ofensiva en Gaza, donde unas 800.000 personas han huido en las últimas dos semanas del último refugio, Rafah, por orden del ejército israelí y por temor a una amplia invasión terrestre.
Crítica unánime
Las críticas no se han circunscrito a los socios del Gobierno más derechista en la historia de Israel que Netanyahu conserva desde 2022. Benny Gantz, por ejemplo, el mismo dirigente que procede de la oposición y que amenazó este mismo sábado con dejar el Ejecutivo de unidad por la guerra si no acuerdan antes del 8 de junio un plan estratégico realista para Gaza, ha asegurado que el Estado de Israel lucha “de la forma más moral en la historia”, por lo que equiparar a sus líderes con “terroristas sanguinarios, es ceguera moral”. Si la petición del fiscal sale adelante, ha agregado, será un “crimen de proporciones históricas que se recordará durante generaciones”.
También Yair Lapid, el anterior primer ministro, política y personalmente enemistado con Netanyahu, se ha unido al coro de críticas a una decisión que toca un tema considerado de Estado y una guerra que apoya la gran mayoría de la ciudadanía. Lapid, que prefirió seguir en la oposición a entrar en el Ejecutivo de guerra por desconfianza hacia Netanyahu, consideró “imperdonable” pedir una orden de arresto a la vez que a los líderes de Hamás en Gaza, Yahia Sinwar, y de su brazo militar, Mohamed Deif, a los que se presume escondidos desde hace siete meses en túneles en Gaza. “No hay comparación posible”, ha añadido, antes de manifestar su confianza en que Estados Unidos, el principal aliado de Israel, les apoyará también en esta ocasión.
También en Hamás ha escocido la equiparación simbólica. El fiscal pide el arresto de tres de sus líderes: Sinwar, Deif y Haniya, en Qatar. En un comunicado, el movimiento islamista lamenta el “intento de equiparar a la víctima con el victimario” y que la petición contra los dirigentes israelíes se limite a dos y llegue “siete meses tarde”.
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