Budimir fue el alfa y el omega para Osasuna. El croata tuvo en sus botas el empate, con un penalti en el descuento, una situación ideal para un delantero con el colmillo que tiene el jugador rojillo. Pero pasó en un segundo de ser el héroe, a convertirse en un meme, carnaza para las redes sociales. Le golpeó por detrás Guillamón en el minuto 93, cuando arreciaba la ofensiva osasunista; el árbitro se pasó dos más en la pantalla del VAR y al final señaló la pena máxima ante la algarabía y el regocijo de la grada del Sadar.
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Herrera, Jesús Areso, Juan Cruz (Mojica, min. 58), David García, Jorge Herrando, Iker Muñoz, Moi Gómez, Jon Moncayola (Pablo Ibáñez, min. 75), Rubén García (Rubén Peña, min. 75), Ante Budimir y Arnáiz (Raul García de Haro, min. 75)
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Mamardashvili, Vazquez Alcalde, Cenk Özkacar, Foulquier, Cristhian Ibarguen, Francisco Martinez (Peter Federico, min. 79), Diego López (Thierry Correia, min. 87), Javi Guerra, Pepelu, Hugo Duro (Alberto Mari, min. 75) y Andre Almeida (Hugo Guillamón, min. 75)
Goles 0-1 min. 18: Andre Almeida.
Árbitro José Luis Munuera Montero
Tarjetas amarillas Baraja (min. 45), Hugo Duro (min. 55) y Mamardashvili (min. 84)
Cogió la pelota Budimir, la colocó en el punto de penalti, y cuando Munuera ordenó la ejecución, enfiló hacia la pelota, dudó porque Mamardashvili se mantuvo firme sin moverse, y cuando llegó a la pelota, tropezó en su amago, tocó con la izquierda trastabillado, y el balón llegó botando a las manos del portero, que tuvo que dar un par de pasos hacia delante para recogerlo. El empate que buscó Osasuna con ahínco se perdió en una de las acciones más estrambóticas de la temporada.
Antes, la primera parte resultó muy entretenida, poco académica, aunque tal vez no les gustara demasiado a los entrenadores, pero como el fútbol es de los aficionados, miel sobre hojuelas. Mandaba Osasuna, pero cometía muchos errores. Los envíos no llegaban donde pretendían los remitentes, se perdían en el reparto, aunque fueran certificados. Budimir aguardaba en el área en vano, como Vladimir y Estragón a Godot, en la obra de Beckett.
Pero el teatro del absurdo lo puso en escena Herrera, el guardameta de Osasuna, cuando en un balón largo hacia su área, salió descontrolado para despejarlo de cabeza. Pero no es un central y su irregular acción golpeó en su compañero Juan Cruz. El balón le cayó a los pies a Hugo Duro. Tenía el horizonte despejado, la portería vacía y el área entera para él, pero sufrió un súbito síndrome de Stendhal. Ante la imagen más bella que puede ver un delantero, le subió la tensión, sufrió palpitaciones y se le nubló la vista. Quiso controlar para asegurar un disparo fácil en vez de pegar de primeras, y llegó Herrando por detrás para meter el pie y celebrar su acción defensiva como si hubiera marcado un gol.
Pero la jugada dejó huella en el electrocardiograma osasunista. Se resintió el corazón rojillo, que cedió la pelota al Valencia durante unos minutos que resultaron letales, porque solo un ratito después, un desajuste defensivo local le dejó a Almeida un pasillo en la derecha de su ataque, y al entrar al área disparó cruzado para inaugurar el marcador. Sin obnubilarse por la visión del portero frente a él, sin palpitaciones. Un zapatazo y se acabó.
Poco después Herrera salvó un disparo de Vázquez, con su padre, del otro bando, viéndolo desde su puesto de director deportivo osasunista, y ahí se acabó la iniciativa valencianista. Desde ese momento se pusieron a remar los jugadores de Rubén Baraja. Trató de explotar Osasuna el filón que Areso encontró por la banda derecha. Volaron balones al área, casi siempre sin precisión, pero el equipo de Arrasate tomó claramente los mandos ante cierto desconcierto valencianista. En los últimos minutos de la primera parte tuvo el equipo pamplonica sus mejores opciones. Primero, en un disparo de Moi que golpeó en Javi Guerra, y se desvió peligrosamente hasta chocar contra el poste; después, en una cesión con el pecho de Budimir que Rubén García remató fuera.
La segunda parte fue un monólogo osasunista. Baraja decidió aparcar el autobús en su campo, y, además, Osasuna permitió pocas excursiones valencianas en su campo. Bombardeaban los rojillos el área visitante, y Budimir tuvo dos oportunidades claras de empatar, primero después de un gran centro de Rubén García y después en un disparo cruzado que buscaba el poste.
Sin ningún rubor defendió el Valencia su ventaja, una renta jugosa que le permitía regresar a los puestos europeos, y se desesperaban Osasuna y su afición por su falta de tino. Hasta que en el minuto 92 llegó ese penalti, que destrozó la ilusión osasunista y revitalizó al Valencia.
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