Max Verstappen está tan habituado a ganar que incluso es capaz de hacerlo dos veces el mismo día. Lo hizo este domingo en una jornada maratoniana para el holandés, que por la mañana se impuso en las 24 Horas de Nürburgring (Alemania) con Redline, su equipo de Esports –carreras virtuales–, y por la tarde se llevó el Gran Premio de Emilia Romaña, ya subido a su Red Bull, el de verdad, con el que se adjudicó su quinta victoria de la temporada en un Mundial de Fórmula 1 que va camino de coronarle de nuevo. El pasado jueves, en la previa de la séptima parada del calendario, el actual campeón ya insinuó su intención de protagonizar algún relevo en la prueba de resistencia, siempre que la agenda de la escudería del búfalo rojo se lo permitiera. La ‘pole position’ que se adjudicó el sábado en el circuito Enzo e Dino Ferrari le dejó la tarde noche liberada, de modo que se conectó unas horas para aportar su granito de arena. Lo mismo hizo el domingo por la mañana, antes de que cayera la bandera de cuadros y Redline se subiera al escalón más alto del podio.
Con la mitad del trabajo hecho, Verstappen salió a correr a Imola como quien baja al parque a comerse un helado. Tras un arranque tan poderoso como los que hace siempre, ‘Mad Max’ le cerró la puerta a Lando Norris en la primera curva y abrió un hueco que llegó a ser de más de siete segundos. Un margen que parecía decisivo y que terminó siéndolo, por más que sudó mucho más de lo que habría querido. Dos semanas después de estrenar su casillero de victorias, en Miami, Norris no fue capaz de volver a echarle el guante a Verstappen por muy poco. La tercera plaza, la que cerró el podio, fue para Charles Leclerc, un resultado que, combinado con la octava posición de Checo Pérez, coloca al monegasco el segundo en la tabla general de puntos. Carlos Sainz cruzó la meta el quinto, mientras que Fernando Alonso lo hizo el último, condicionado el asturiano por el accidente que sufrió en el tercer ensayo libre, el sábado, y que derivó en la decisión de Aston Martin de hacerle comenzar desde el carril de los talleres.
Se insinúa un cambio de escena en el campeonato para suerte de la hinchada más fiel, no esa que se ha subido al carro a partir del efecto ‘Drive to Survive’, de Netflix. El rodillo que pasó Verstappen en los últimos dos cursos parece cosa del pasado. Sobre todo, si tenemos en cuenta que de los siete grandes premios celebrados, dos se los han llevado pilotos fuera de la nómina de la marca del búfalo rojo. Si en Imola no cayó la tercera fue por el arreón inicial de Verstappen y porque el chaval es muy bueno. En los últimos 15 giros, el tricampeón del mundo sacó esa frialdad que tanto le ayuda en los momentos más caldeados, y que, combinada con su talento suponen una mezcla explosiva. A pesar de ver cómo Norris se le acercaba irremediablemente hasta colocarse a poco más de un segundo en la penúltima vuelta, el buque insignia de la compañía energética no cometió ni un solo error, no pisó fuera de los límites de pista una sola vez, cosa que, muy probablemente, le habría significado una sanción y, en consecuencia, decir adiós a un triunfo que Norris veía como suyo, y que tanto le dolió no poder celebrar.
“Sufrimos mucho más con el compuesto duro que con el medio”, declaró Verstappen, para explicar el contraste entre lo cómodo que circuló al principio (con la goma media), y lo mal que lo pasó al final (con la dura). “Me duele decirlo, pero una o dos vueltas más y creo que podría haberle superado. Hubiera sido precioso, pero hoy no era el día”, resumió el británico de McLaren. “Creo que podemos decir que estamos a la altura de Red Bull. Estamos haciendo bien las cosas. Sigue siendo sorprendente decir que nos frustre no ganar, pero creo que es lo que tenemos que comenzar a esperar”, remachó Norris.
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